Admítanlo: Todo Yogi tiene una postura de Yoga favorita y otra que no le gusta tanto. Con esto no me refiero a esa asana que no puedes practicar por diversos motivos (como de salud por ejemplo), sino con esa que al practicarla, no te gusta y te pasas pensando en tu favorita, en vez de concentrarte en la que estás. A mi me pasó y sin embargo, terminé adorando esa postura. En las siguientes líneas te cuento cómo logré hacerlo.
Foto por Andrea Gianella.
Sin embargo, en este profesorado, la postura favorita de Jennifer (mi maestra) era la Diosa. Yo ahí pensé, literalmente: Oh Dios mío. Ahí también me enteré que varios la consideraban como la postura prenatal por excelencia.
Después de estas dos revelaciones, decidí darle una oportunidad y comencé a practicarla. Comencé a analizar las causas de mi incomodidad. Me di cuenta que me había puesto un bloqueo mental, el cual me impedía disfrutarla. Cuando me quité las excusas, comencé a disfrutarla y poco a poco, ese malestar que sentía al hacerla se fue por completo. Al superar esta incomodidad, comencé a sentirme más empoderada que nunca. Fue una sensación completamente increíble y por eso siempre me sentiré agradecida con la Diosa, porque me dio una gran lección: A veces, los límites nos lo ponemos nosotros.
En conclusión, ¿qué hice para superar mi rechazo a esta postura que no me gustaba?
- Analizar la causa de mi incomodidad y trabajar en ella.
- Practicarla seguido y comenzar a ver los efectos que la postura causó en mi: La Diosa causó que gane más flexibilidad en los isquiotibiales, lo cual ayudó a que mi práctica mejore.
- Enseñarla: Al enseñarla a otras personas y ver lo bien que se sentían haciéndola, comencé a quererla más. Si no eres profesor/a de Yoga, no te preocupes. Investiga los beneficios de la postura y que estos te motiven a practicarla.
¿Alguna vez has estado en esta situación? ¿Cómo hiciste para superarla? ¡Cuéntame en los comentarios!
NAMASTÉ
Jimena
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